Tea Party, resucitando al capitán América
La Corte Suprema de EEUU a principios de este año otorgó a las empresas los mismos derechos que a las personas para contribuir a las campañas electorales -gran error que está cometiendo la política norteamericana y me pronuncio totalmente en contra-.
De hecho, Freedom Works reconoce que del 15 al 20% de su capital viene de grandes corporaciones.
Para hacer las cosas peores, la legislación electoral americana está llena de agujeros, así que hay un buen número de entidades (como la cámara de comercio u otros grupos de presión) que no tienen que revelar quién los está financiando.
Antes de la decisión del Supremo estas organizaciones no podían dedicarse a hacer campañas a favor o en contra de políticos (sólo “informar sobre medidas”, como pedir menos impuestos), así que eran menos ruidosas.
Algunos apuntan, incluso, que se ha convertido en la marioneta de lobbies empresariales y multimillonarios con aspiraciones de influenciar la escena política. Un artículo publicado en agosto en la revista The New Yorker y firmado por Jane Mayer desvelaba que los multimillonarios David y Charles Koch, dueños del Koch Industries, la segunda mayor empresa privada de EEUU, eran una fuente esencial de financiación de Tea Party.
Según la publicación, agrupaciones y think tanks muy ligadas a los Koch, como Americanos por la Prosperidad o la mencionada Freedom Works, han inyectado al menos 5 millones de dólares para organizar y entrenar a militantes del Tea Party.
En mi opinión, la cantidad de gente que se está subiendo al carro de la Tea Party puede ser tanto una maldición como una bendición.
Es un movimiento sorprendentemente disperso, que cuenta con 17 millones de seguidores, pero existen numerosas agrupaciones, la mayor de ellas a nivel nacional son los Tea Party Patriots, que engloba 3.000 grupos locales.
Un movimiento insurgente puede conservar su vigor -si se mantiene limitada a verdaderos creyentes-, pero una vez que toma las riendas del poder, no tiene otra opción sino para ofrecer un buen proyecto para ganar si quiere mantener su influencia.
Por tanto, es probable que sean víctimas de su propio éxito: Cuando todo el mundo es un Tea Party, entonces nadie es un Tea Party. La extrema derecha puede ganar mayorías en Arizona y algunos otros estados, pero no ganará las elecciones nacionales, lo que significa que o bien se mueven al centro o morirán.
Fuentes:
usatoday.com
motherjones.com
lorem-ipsum.es