El modelo de Kübler-Ross
No hay que temer a la muerte; la muerte no existe, es solo una transición", solía afirmar Elisabeth Kübler-Ross, una mujer que fue considerada por el Times como una de los 100 pensadores más importantes de nuestro siglo. Fue pionera en el movimiento de cuidados paliativos y del estudio de la muerte.
Nació en en 1926 en Zurich (Suiza) y en 1957 se graduó en Medicina en la universidad de Zurich. Siendo estudiante de medicina visitó algunos de los campos de exterminio nazi tras la guerra. Elisabeth se sorprendió de que en las paredes de los barracones donde los judíos esperaban su muerte inminente, los más pequeños, tan jóvenes que ni tan siquiera poseían creencias religiosas, habían dejado plasmados sus sentimientos con respecto a los que les aguardaba. Y lo que más impactó a la joven psiquiatra es que, de una manera natural e instintiva, aquellos niños consideraban la muerte no como un final, sino como un proceso de cambio, una mutación de estado. Como carecían de conceptos para expresar tales sentimientos, aquellos niños lo plasmaron en dibujos de orugas que se transformaban en mariposas. Esos dibujos infantiles tocaron profundamente a Kubler-Ross, quien a partir de entonces se dedicó a crear una nueva cultura sobre la muerte.
Llegó a los Estados Unidos en el año 1958. Comenzó allí su trabajo en un hospital de Nueva York. A diferencia de sus colegas y en contra de las pautas habituales de la época, decidió sentarse cerca de sus enfermos, dedicarles tiempo, atención y escucharles mientras ellos le abrían su corazón: “Mi objetivo era romper con la barrera de negación profesional que prohibía a los pacientes expresar sus más íntimas preocupaciones acerca de la propia muerte”.
Su primer libro “Sobre la muerte y los moribundos” publicado en 1969 hizo de Kubler Ross una autora conocida internacionalmente. En el explicaba sus experiencias con más de 500 enfermos al final de la vida. Este libro fue un best seller y una revolución en su momento porqué era una llamada a la humanización, al trato con los enfermos en esta última etapa de la vida, una invitación al diálogo honesto y franco acerca de sus preocupaciones.
En este libro describe las 5 fases del duelo que se convirtieron en un clásico de la psiquiatría:
1) Negación y aislamiento: la negación nos permite amortiguar el dolor ante una noticia inesperada e impresionante; permite recobrarse. Es una defensa provisoria y pronto será sustituida por una aceptación parcial: "no podemos mirar al sol todo el tiempo".
2) Ira: la negación es sustituida por la rabia, la envidia y el resentimiento; surgen todos los por qué. Es una fase difícil de afrontar para los padres y todos los que los rodean; esto se debe a que la ira se desplaza en todas direcciones, aún injustamente. Suelen quejarse por todo; todo les viene mal y es criticable. Luego pueden responder con dolor y lágrimas, culpa o vergüenza. La familia y quienes los rodean no deben tomar esta ira como algo personal para no reaccionar en consecuencia con más ira, lo que fomentará la conducta hostil del doliente.
3) Pacto o negociación: ante la dificultad de afrontar la difícil realidad, mas el enojo con la gente y con Dios, surge la fase de intentar llegar a un acuerdo para intentar superar la traumática vivencia.
4) Depresión: cuando no se puede seguir negando la persona se debilita, adelgaza, aparecen otros síntomas y se verá invadida por una profunda tristeza. Es un estado, en general, temporario y preparatorio para la aceptación de la realidad en el que es contraproducente intentar animar al doliente y sugerirle mirar las cosas por el lado positivo: esto es, a menudo, una expresión de las propias necesidades, que son ajenas al doliente. Esto significaría que no debería pensar en su duelo y sería absurdo decirle que no esté triste. Si se le permite expresar su dolor, le será más fácil la aceptación final y estará agradecido de que se lo acepte sin decirle constantemente que no esté triste. Es una etapa en la que se necesita mucha comunicación verbal, se tiene mucho para compartir. Tal vez se transmite más acariciando la mano o simplemente permaneciendo en silencio a su lado. Son momentos en los que la excesiva intervención de los que lo rodean para animarlo, le dificultarán su proceso de duelo. Una de las cosas que causan mayor turbación en los padres es la discrepancia entre sus deseos y disposición y lo que esperan de ellos quienes los rodean.
5) Aceptación: quien ha pasado por las etapas anteriores en las que pudo expresar sus sentimientos -su envidia por los que no sufren este dolor, la ira, la bronca por la pérdida del hijo y la depresión- contemplará el próximo devenir con más tranquilidad. No hay que confundirse y creer que la aceptación es una etapa feliz: en un principio está casi desprovista de sentimientos. Comienza a sentirse una cierta paz, se puede estar bien solo o acompañado, no se tiene tanta necesidad de hablar del propio dolor... la vida se va imponiendo.
Esperanza: es la que sostiene y da fortaleza al pensar que se puede estar mejor y se puede promover el deseo de que todo este dolor tenga algún sentido; permite poder sentir que la vida aún espera algo importante y trascendente de cada uno. Buscar y encontrar una misión que cumplir es un gran estímulo que alimenta la esperanza.
Kübler-Ross afirmó que estas etapas no necesariamente suceden en el orden descrito arriba, ni todas éstas son experimentadas por todos los pacientes, aunque afirmó que una persona al menos sufrirá 2 de estas etapas. A menudo, las personas atravesarán varias de estas etapas en un efecto "montaña rusa" - cambiando entre dos o más etapas, y volviendo a hacerlo una o varias veces antes de finalizar.
Sus libros han sido traducidos a más de 25 idiomas y fue merecedora de 28 doctorados Honoris Causa.